La mente necesita ser educada. ¿Os imagináis un coche de caballos donde los animales decidieran por dónde van, sin atender las indicaciones del conductor? ¿Se fiaría de que le llevara un paquete? Y es que así vivimos a menudo la vida, con nuestros pensamientos dirigiendo las decisiones, a trompicones.
¿Eres de las personas que crees que no tienes tiempo? ¿Tienes a menudo la percepción de ir corriendo?
Todos los expertos coinciden en que hay una gran parte del cerebro que todavía es un misterio y que no se sabe muy bien cómo funciona. También están de acuerdo en el efecto casi inmediato de nuestros pensamientos sobre las emociones y nuestra percepción de la realidad. Como un rayo, ante un hecho cualquiera, aparece el pensamiento: «me gusta» o «no me gusta». La mente interpreta la realidad y hace un juicio. El cuerpo reacciona y nuestra percepción se distorsiona.
La mente es imprescindible. Por ejemplo, nos ayuda a interactuar con el entorno, tomar decisiones prácticas y desarrollarnos profesionalmente.
Cuando vivimos con el piloto automático, desconectados y desconectadas de nuestro ser, la mente domina las riendas de la vida. La mente quiere nuestra supervivencia, que no es lo mismo que garantizar nuestra felicidad. ¿Cómo reconducir los efectos de nuestros pensamientos?
Primero es fundamental tomar conciencia de nuestros pensamientos. Basta observarnos. Sentimos que hay una emoción que está muy presente y está muy presente la tristeza, rabia o miedo. Es clave verlo.
Al ser conscientes de ello podemos hacer cambios. Un primer paso es aceptar que los pensamientos nos dominan y es necesario dejar de luchar por lo que sentimos y pensamos.
Un segundo paso es tomar una actitud de agradecimiento. Siempre tenemos un motivo para dar gracias. Y cuando empezamos a agradecer, la lista se va haciendo larga y el efecto en nuestra actitud se hace evidente.
Un tercer paso es respirar, cogiendo y quitando el aire, poniendo toda la atención en el bajo vientre. Se trata de tomar una actitud de niño, como si descubriéramos por primera vez el vaivén de nuestro abdomen.
Otra propuesta es reconducir los pensamientos. Te animo a intentar repetirte cuando vas caminando una frase como: «confío» o «me siento seguro/a en el no saber». El efecto que se logra es doble. Por un lado, conectas con el presente y por otro evitas la distorsión que los pensamientos generan. Acabas favoreciendo una nueva sinapsis neuronal que repercutirá positivamente cuando menos lo esperes.
Sólo te animo a probarlo. Lo comparto porque para mí ha supuesto un cambio y me ha supuesto vivir la vida de forma más saludable y en paz conmigo.
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