PRACTICANDO CON NUESTRA GUÍA INTERIOR

Hacía menos de un mes que me habían operado por tercera vez de la rodilla y era el primer día que volvía de la piscina. Como no podía nadar bien me fui a la clase de Aquagym esperando que en esta hora no hubiera demasiada gente y tuviera mi rodilla a resguardo de los movimientos de mis compañeros de clase.

Cuando la música empezó a sonar yo estaba tranquila en un rincón entre la pared y las líneas de separación puesto que la mayoría del grupo se encontraba en unos tres metros de mí, en la parte central. Habiendo empezado la clase, llegó una señora considerablemente corpulenta. Sin prejuicios me sacó de mi rincón con su volumen y se quedó en la zona de la pared.

Inmediatamente saltaron mi parte egoísta y la hooligan gritando: quién se ha creído que es! Fajo algo y sácala del rincón! Intenté concentrarme en la música y los movimientos para no dañar la rodilla, sin éxito. Y dada la insistencia a querer expresar mis personajes, decidí escucharlos. El egoísta quería si o sí que recuperar «nuestro lugar», la hooligan quería darle un toque a la señora porque aparte de llegar tarde y sacarme del lugar no había estado capaz ni de decir buen día. Si al menos se hubiera disculpado! Era intolerable para mis personajes activos en este momento.

Pude ver que la señora estaba imponente en su lugar, evitando que nadie del grupo nos acercáramos. Conecté con mi guía interior. Quería disfrutar de la clase y necesitaba escuchar todo el que mi equipo interior tuviera que decirme. Enseguida la hooligan propuso darle un toque. El egoísta pedía que le dijera: este es mi lugar! La complaciente me inducía a la calma y a mirar hacia otro lado y olvidar la señora porque desde la perspectiva de la complaciente, seguro que la señora tenía motivos para actuar así.

Desde la Guía interior pude dar relevancia al hecho que mi pierna estaba a resguardo de veces y pude elegir que no iba a mirar hacia otro lado pero tampoco iba a evitar la posibilidad de decirle que le habría agradecido que se expresara en lugar de sacarme sin más del lugar. Con la hooligan pacté que iba a hacer los ejercicios con los pesos de goma sin estar pendiente de la señora. Ella tenía que estar pendiente de mí y no yo de ella.

El resto de la clase pasó con tranquilidad. En un momento determinado ella se acercó más de la cuenta a mí y recibió un toque con una goma y no volvió a pasar. Yo había escuchado mi equipo, estaba en paz y mi pierna segura.

Salí de gimnasio y al ir a atravesar la calle vi de frente 3 turistas en la acera con bicicletas con motor directos hacia mí sin indicio de mirarme. Con las muletas los hice señales y los recordé con educación que, justo donde estábamos, había un carril bici para ellos.

Primero se sorprendieron y después se disculparon. Mi equipo respiró fondo otra vez y me sentí en paz. Mis personajes preocupados por mi vulnerabilidad habían actuado y mi Guía interior había liderado la situación.

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