Desde que nacemos y a lo largo de la vida nos identificamos con una serie de máscaras, personajes, “voces”, que reconocemos como nuestro comportamiento “natural”, y que son las que nos han permitido “sobrevivir” en la vida. Y también tenemos máscaras o voces que no aceptamos y que de algún modo hemos reprimido. (Al hablar de “voces” me refiero a las “vocecitas” que oímos en nosotros y que todo el día nos van enviando mensajes).
Darle espacio a las máscaras, personalidades o voces significa ampliar nuestras opciones y en lugar de reaccionar ante los retos de la vida, daremos respuesta de manera responsable y eficaz a esos retos.
Así que todos tenemos un equipo interior formado por diferentes personajes reconocidos y rechazados que determinan nuestras relaciones. Respondemos a las exigencias sociales con la “máscara” que nos ponemos para salir al mundo. Comienza por ser un arquetipo y con el tiempo la vamos asumiendo como propia, hasta que llega a ser parte de nosotros mismos. Esta máscara se convierte en una verdad donde nuestra esencia acaba desapareciendo (es reprimida o rechazada), pasa al inconsciente. La palabra “personaje” se asocia al papel que representa un actor en el escenario. Así, en cada situación social el individuo desempeña “personajes” diferentes, usando diferentes máscaras: es amable y sonríe como un “buen niño”, es grosero con quien le grita en el tránsito, actúa con indiferencia con algunos y pasa por tonto con otros.
Solo cuando tomamos consciencia de cómo miramos la vida y sobre todo de cómo podemos afrontar lo que nos limita y atrapa, solo cuando escuchamos nuestro diálogo interior, podemos empezar a actuar en el mundo desde nuestra esencia, sin reaccionar y podemos transformar nuestras relaciones y gestionar de forma diferente nuestros conflictos.
Cuando escuchamos nuestro diálogo interior aumenta la autoaceptación y autoestima y la habilidad en la gestión de las emociones ya que desarrollamos un capitán interior que dirige nuestro equipo interior formado por máscaras, personalidades o voces.
Un ejemplo real: una clienta vino comentando que tenía una ropa en su coche de una antigua relación y quería tirarla pero a la vez le sabía mal por si podía volver a encontrarse con él. Estaba tradicionalmente más identificada con su parte Complaciente. Es un caso típico: de un lado la máscara o personalidad Egoísta (pienso en mí, ya no estoy con esta persona, no se ha preocupado ni de despedirse por tanto me deshago de su ropa) y de otro lado, la Complaciente (quiero quedar bien si lo vuelvo a encontrar). Sólo desde la conexión con su Capitana Interior esta cliente pudo acabar de decidirse por tirar la ropa con libertad en el momento que se dio cuenta de lo la expareja, que le despertaba en ella. El otro era su “maestro” que le indicaba cómo respetar sus necesidades.
Cada día nos encontramos con múltiples situaciones donde tiene lugar nuestro diálogo interior y que generalmente queda ahogado ya que vamos en “piloto automático” y no paramos a escucharnos.
La vida cambia, nuestras relaciones se sanean, gestionamos diferente los conflictos cuando:
– Conocemos nuestros personajes más desarrollados.
– Conocemos y aceptamos nuestros personajes rechazados.
– Escuchamos el dialogo interior que tiene lugar entre los diferentes personajes.
Desarrollamos nuestro Capitán/a interior.