¿CÓMO GESTIONAR EL MIEDO?

El miedo es una emoción básica y, por lo tanto, frecuente que nos ayuda a adaptarnos al entorno, hacer previsiones y garantiza la supervivencia. A menudo, va asociada a la angustia y, de esta manera, tenemos la reacción automática de evitarla y no la escuchamos.

¿Por qué aparece el miedo? Generalmente, nos apunta a dos aspectos: por un lado, puede que hayamos descuidado una parte de la vida y necesita una actuación por nuestra parte o bien hay un aspecto de nosotros que necesita nuestra atención para salir del punto donde nos encontramos y poder poner límites y alejarnos de ellos para protegernos.

Es interesante tener presente que el miedo, a menudo, se camufla bajo cierta inquietud difusa, una sensación de malestar, incomodidad que puede costar poner nombre. A menudo tiene su origen en experiencias vividas en el nacimiento y primera etapa de la vida. Esta vivencia primaria queda en el subconsciente y sin saber cómo, se hace sentir en nuestra vida adulta. Por este motivo, identificándola, tomando conciencia de dónde la sentimos y respirándola, saneamos su origen y desde el presente transformamos el miedo.

También es importante señalar que determinados mensajes del estilo: «tú, puedes», «todo es posible»,» eres fuerte/a», pueden acabar desencadenando sentimiento de culpabilidad cuando el miedo nos bloquea y paraliza. Y hay que evitar los consejos que apuntan: tú hazlo y lo superarás. Nadie mejor que tú eres tu referente para tomar decisiones, sólo tienes que detenerte y escucharlo. En esta línea, hay que ver qué impacto tiene el miedo que experimentas y si te está limitando a disfrutar de la vida y si necesitas incorporar algún recurso personal para sentirte mejor contigo.

Aprovecho para señalar que erróneamente el miedo está en la lista de emociones negativas. Es un error porque todas las emociones tienen sentido en nuestra vida, todas tienen una función. Y, por eso, es importante identificar, primero qué sentimos, qué emoción se ha despertado y qué información nos aporta, es decir, qué necesitamos tener en cuenta en las circunstancias que vivimos para sentirnos bien con nosotros.

Para facilitar este diálogo interior, nos ayuda a tomar conciencia de la parte del cuerpo donde sentimos con mayor intensidad el miedo. Y, una vez la tengamos ubicada, existe un ejercicio muy sanador. Se trata de darle al miedo: forma, color, peso, textura y, en su caso, olor. Entonces, basta con respirar unas 3 veces poniendo el foco en la parte del bajo vientre. Después, ponemos las manos en la parte del cuerpo donde sentimos el miedo, generalmente está en el pecho, e imaginamos que lo ponemos delante de nosotros y cuando exhalamos enviamos todo el aire al objeto que hemos imaginado que es el miedo. Sin prisas y poniendo la atención en él, acabaremos sintiendo que se va diluyendo. De una forma u otra habrá hecho un cambio que nos genera mejor bienestar.

Estos pasos son imprescindibles para gestionar el miedo y, de hecho, cualquier emoción. La primera toma de conciencia del miedo la podemos percibir con mucha intensidad, pero poco a poco se va diluyendo y acaba aportando una información clave para nuestra salud mental y emocional. Evidentemente, personas que se encuentran en un proceso de trabajo terapéutico deben hacerlo acompañadas de la persona profesional.

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